Skip to main content

Newsletter 136 – 22.06.2022

Previo a la pandemia los europeos tuvieron una vida bastante tranquila, asegurada, en abundancia y previsible. Los problemas existenciales, como hambre, guerra, conflictos graves, se percibían como lejanos, de otras regiones. Pero la llegada de la pandemia y luego la guerra, con sus consecuencias en todos los niveles de la vida, trajo una gran incertidumbre. Los europeos, tan acostumbrados a planificar los próximos disfrutes de la vida, como son los viajes o el consumo, ya no lo pueden hacer con tal facilidad. La crisis económica y social se empieza a sentir en los todos los ámbitos de la vida. Por un lado, el conflicto bélico los tiene angustiados, por su cercanía y por estar involucrada también Europa occidental. Pero en la vida diaria, lo que más los afectó fue el fuerte incremento de los costos de energía y la inflación. Los costos de energía subieron en pocos meses un 30-40%. La energía es uno de los mayores gastos de los hogares. Para los europeos del norte lo es en especial la calefacción, que se requiere durante 9 meses del año. El 30-40% de los ingresos de una familia tipo se utiliza para vivienda-calefacción-electricidad. Ahora es verano, pero cuando llegue nuevamente el invierno, la calefacción va ser un problema grave. El aumento del costo de energía, junto con otras complicaciones como el suministro de materias primas, transporte, desempleo, etc, aceleró la inflación a niveles a los que los europeos no están acostumbrados. En especial para los alemanes, la inflación es uno de los fenómenos que más temen, ya que en la mente colectiva quedó muy grabada la hiperinflación y miseria sufrida luego de la primera guerra mundial.

El consumo de frutas no escapó de las alteraciones de la vida cotidiana. Cuando estalló la pandemia y los consumidores quedaron atrapados en sus casas, todos se volcaron a la vida natural y sana. El consumo de frutas vivió un boom. No importaba el precio que se tenía que pagar, se compraba frutas a niveles antes no vistos. Pero esto duró poco, apenas un año. En el 2021 el consumo cayó casi a los niveles pre-pandemia. La sorpresa llegó en el 2022, cuando las ventas continuaron bajando, cayeron por debajo de la de años previos. ¿Qué pasó? ¿Con ésta rapidez los consumidores se olvidaron de las frutas y la salud?

Los europeos gastan relativamente poco en alimentos, el 12-20% de sus ingresos. Los alimentos más baratos se venden Alemania y España; los más caros en Irlanda, Gran Bretaña, Francia e Italia. Otro dato interesante es que los alemanes gastan más en celulares y autos, que en alimentos. Un rubro de peso son los viajes, consideran lo más normal salir 1,2 y 3 veces por año del país. El rubro turismo esta de nuevo a pleno, recuperando lo perdido en la pandemia. Pero las economías hogareñas están muy afectadas por la inflación y en algún punto hay que gastar menos. El ahorro se ve por ahora en los rubros que son menos importantes, que les dan menos placer o que no son imprescindibles.

En Alemania los alimentos registraron un incremento de costos del 10-20%. Dentro de este grupo los mayores aumentos se dieron en aceites, harinas y carnes. Las frutas y hortalizas fueron las únicas que no registraron aumentos, incluso se dieron varios ajustes. En promedio los precios de las frutas y hortalizas cayeron durante el último año un 3-4%. Esto se contrapone fuertemente con el hecho de que los europeos parecieran querer ahorrar justo acá, en el rubro que tiene baja incidencia sobre el gasto total y cuyos precios no aumentaron. Tal es así que las ventas se desarrollan principalmente a través de las ofertas y promociones, siendo lo único que mantiene el comercio activo. Las ventas “normales”, sin rebaja de precios, son lentas e inferiores a otros años. En otras palabras, si no hay ofertas y rebajas, se vende menos. El motivo de esta contradicción es que la fruta no es vista como un alimento imprescindible. Incluso ciertas frutas, las más caras, exóticas, importadas, se ven como un lujo. Parece que el “efecto salud” que impulsó el consumo durante la pandemia, no se trasladó a las frutas en la actual situación de vida. Los consumidores, según encuestas realizadas, consideran que pos-pandemia continúan comiendo más sano. Pero esto se refiere más a las modas actuales; volcarse a lo vegetariano, vegano, consumir menos carnes y dentro de las frutas aquellas que socialmente tienen mejor imagen, como son los arándanos ó las paltas.  Dentro de las frutas el único grupo que mantuvo, e incluso incrementó sus ventas, son los berries, en especial los arándanos.

El gran conflicto al que se enfrenta el sector, es que por un lado hubo un importante incremento de costos, que no es trasladado a los precios. En especial las grandes cadenas pagan lo mismo o incluso menos que en años previos. Como las ventas cayeron, hay una gran oferta y el productor acepta los bajos precios, dado que prefiere vender antes de perder todo. De esta forma las frutas pasaron de ser la niña bonita a la víctima de la economía.

Esto va a tener consecuencia en el mediano y largo plazo, dado que el sector se enfrenta a una situación muy compleja. Según lo comentado por los productores europeos, sean los de berries de España o los de manzana de Alemania, los costos se incrementaron por lo menos un 30%. Peor es la situación de los proveedores de ultramar. Al incremento de los costos de producción, se suman los del transporte. Este fue uno de los segmentos que registro el mayor aumento. Actualmente las empresas exportadoras tienen que desembolsar más del doble que pre-pandemia para enviar su fruta a los mercados del norte.

La crisis actual traerá un reordenamiento del sector frutícola. Habrá regiones y productores que no podrán enfrentar este nuevo balance de costos-beneficios. En algún momento las grandes cadenas tendrán que empezar a pagar mejor, para abastecerse correctamente, pero mientras tanto el sector seguirá perdiendo.

Autora: Ing.Agr. Betina Ernst